Gustavo Cerati bajo la lupa de un biógrafo controversial

Una conversación con Juan Morris


Parte 1

En la comodidad de una pequeña sala de prensa de un enorme corporativo editorial me reúno con Juan Morris, un joven periodista, colaborador de la Rolling Stone argenta, e interesado también en los vericuetos de la escritura de ficción. Le toca una mañana y tarde de entrevistas consecutivas. Todavía no llega a la mitad y se encuentra de buen humor.

Nacido en 1983, ha venido a México para promover Cerati –la biografía-, que ha dedicado a quien fuera líder de Soda Stéreo, luego solista y uno de los músicos latinoamericanos más reverenciados de los últimos 30 años. Se trata de un trabajo que inconformó a los hijos, al que se le buscan debilidades y que no contiene aportaciones de los otros dos componentes de un grupo fundamental para el rock del continente (Charly Alberti y Zeta Bosio), pero que se ha convertido no sólo en un éxito de ventas sino en un fenómeno mediático por toda la polémica que arrastra.


La biografía, editada en México por Grijalbo, se publicó allá a un año del fallecimiento de Cerati, el periodismo clásico diría que es hasta poco tiempo para poder hacer un trabajo de gran calado; ¿Crees que existía la suficiente distancia para analizarlo?

La verdad fueron 4 años y medio de trabajo; lo terminé en junio. Luego teníamos que hallar una buena foto de portada. La verdad que no creo que se requiera más perspectiva en cuestión de paso del tiempo, se requiere la perspectiva de la mirada con la que se aborde; finalmente es un artista que vivió en nuestra era. Nosotros tendríamos que poder dar cuenta de quién era, vivimos con sus canciones. Este era el mejor momento para contar quien fue, no sé si la distancia dará más perspectiva en ese sentido; también había que pensar que ya existía perspectiva en cuanto los ochenta. ¿No sé cuánto tiempo es necesario? De hecho, la biografía de Charly García salió con él vivo; no sentí que se necesitaba más perspectiva.

Platicaste mucho con Lilian –la madre-; ¿Cómo fuiste construyendo a ese Gustavo de la infancia con relación a sus padres?
Su madre le fomentaba el arte –la pintura, los comics-; luego lo estimularon al comprarle una guitarra y mandarlo a tomar clases -fue algo clave en ese aspecto-. Entendí que con Gustavo la vida creativa no era un mundo aparte que escondía de sus padres o que la música fuera un lugar de oposición al lugar donde vivía, sino que estaba estimulada por su familia y que para él era una forma de abrirse camino en la vida y de absorber herramientas emocionales. Por otro lado, en Argentina, ¿no sé si en México?, corría la idea de que Gustavo era un chico bien, de familia acomodada y no era cierto; me enteré que vivían en un cuartito, que ella venía de una familia humilde del campo, que a él le hubiera gustado estudiar pero tenía que trabajar. El padre había llegado a trabajar como cadete en una empresa, después terminó como ejecutivo. Me contó cómo los Cerati se habían escapado de Europa -el abuelo de Gustavo-. Todas esas historias terminan determinando un poco una vida -tus abuelos, tus padres-; explican un poco quien eres tú.

A lo largo del libro, uno de sus elementos característicos, es que la prosa fluye como si estuvieras contando una historia de ficción; ¿cómo fue que decidiste ese tono?
Quería que fuera exactamente eso, como un libro de no ficción; casi como A sangre fría de Capote. Estás contando una historia periodística pero que no se sienta de forma periodística. Tomé esa decisión a los dos años de escribir el libro, que iba de forma más periodística, pero me resultaba una escritura un poco anticlimática. Porque yo para escribir sobre la infancia de Gustavo traía la voz de Richard Coleman o de la madre diciendo que jugaba muy bien al fútbol, o sí le regalaron una guitarra; todo el tiempo estaba reconstruyendo momentos, escenas. Para mí era muy importante plantear la idea de que Gustavo a los cuatro años no era el futuro líder de Soda Stéreo e iba a conquistar Latinoamérica; era solamente un chico que dibujaba más o menos; que a los 15 o 20 años no sabía que iba a pasar con su vida. Sentía que al incluir los testimonios sólo quedaban como un registro; quería que el futuro fuera pasando a lo largo del libro, que se fuera creando allí mismo.

En una historia tan larga que haya citas textuales lo acaba convirtiendo en cierta burocracia. A mí no me divierten mucho los libros periodísticos; disfruto más de la escritura de los autores que de las citas -quería hacer lo mismo-. Era otra manera de hacer lucir la escritura, que es algo que me interesa, porque ni siquiera hago periodismo de rock, es cierto que trabajé en Rolling Stone, pero porque me gustaba como estaba escrita; era la gran oportunidad de hacer algo similar.

¿Qué aspectos de Cerati fueron los más impenetrables a la hora de hacer la investigación?
No lo sé; la verdad no sabía bien a donde estaba yendo. Para mí, sin duda, las puertas, no sé si más impenetrables, pero que fueron las más cruciales de atravesar, fueron las de sus amores, porque fue un hombre muy enamoradizo, que vivía de forma muy intensa sus relaciones. Me explicaron mucho de quien era él, de su vida e incluso de su obra; me parece que el entretejido, de cómo sus relaciones alimentaban sus momentos creativos, me alumbraron momentos que ni esperaba, por ejemplo, toda la composición de Canción Animal y de cómo pasaba noches enteras con la novia del momento, que se llama Paola Antonucci, dibujando en el piso, tomando ácido, creando personajes y como tenían un juego donde se inventaban personajes que después él usaba para componer, o como ese amor turbulento y esas peleas terminaron volcadas en el disco. No sé si fueron impenetrables, pero fueron aspectos inesperados, saber que tomó su look clásico de una chica de 15 años cuando comenzaba Soda Stéreo.

–Parte 2–

¿Cómo era para Gustavo Cerati estar vivo?

“De repente, me vi parado frente a la gran historia del rock latino y no estaba contada; me pareció un gran desafío y me atrajo”.

Tras el accidente cerebro-vascular que sufrió Gustavo Cerati en Venezuela comenzaron varios procesos simultáneos. Por una parte, una valoración más puntual de su legado musical –tanto solista como con Soda Stéreo-. Más allá de quienes esperaban su recuperación, se comenzaron a zanjar polémicas en cuanto a su verdadero lugar dentro de la historia del rock argentino.

Cuatro años transcurrieron para que su cuerpo perdiera la batalla definitiva; se trató de un impasse que ciertamente mantenía inquieta a la industria editorial de aquel país. Muy poco se conocía que tras la cobertura inmediata del percance se había convocado a un joven periodista para que llevara más adelante un reportaje y lograra una primera biografía.

Juan Morris (nacido en 1983) se dio cuenta que se trataba de un proyecto ambicioso que requería de hablar con mucha gente y superar obstáculos. El trabajo apareció post-mortem y trajo consigo una intensa molestia principalmente de parte de sus hijos. Mucho se especuló sobre los excesos del músico durante la última gira y el no respeto a declaraciones off the record de algunos implicados. Benito Cerati insistía en que el autor no era alguien cercano a la familia ni conocía el entorno, pero lo que es cierto es que tampoco se encuentran las aportaciones ni de Charly Alberti ni de Zeta Bosio en la versión final.

Era muy probable que Cerati –la biografía- levantara ámpula y que se convirtiera en un éxito continental de ventas. Con algunos meses de retraso, el libro –editado por Grijalbo- ve la luz en México y ello propició la visita del también colaborador de la Rolling Stone Argentina.

En Argentina existe una larga tradición del periodismo de investigación, hay bastantes biografías de músicos, ¿cómo reaccionó la prensa ante un libro escrito por un autor tan joven?
Cuando salió el libro hubo un adelanto en el diario Clarín, en la revista que sale todos los domingos, y lo subieron también a la web; adelantaron el capítulo de lo que había sucedido en Venezuela, dado que en Argentina no sabían bien lo que había pasado, sus últimas horas, como había estado consciente.

Fue un domingo de elecciones y el capítulo este le ganó en popularidad a cualquier cosa relacionada con los resultados. La noticia de la salida del libro escaló por encima del periodismo cultural; fue como una noticia principal, estaba en la tapa de los diarios, en la radio, en los canales de televisión. Pasó algo gracioso, que para mí habla mal del periodismo musical de Buenos Aires, que fue que no hablaron del libro; todos los medios lo abordaron menos los musicales y culturales de Argentina. A mí me da lo mismo realmente, porque salir en la tapa de Clarín le da más amplificación; al mismo tiempo habla sobre cierta falta de reacción de los suplementos culturales o musicales que tenían que haberse apropiado del libro y decir, bueno, nosotros tenemos que analizar más allá de la noticia de que salió la biografía de Cerati, tenemos mucho más que decir porque se trata de un artista de rock importantísimo, y sin embargo nadie dijo nada. Así que no tengo más que agregar, sino que hubo silencio; no hubo lecturas interesantes desde el periodismo cultural.

Hubiera pensado que ya con el libro afuera, ese periodismo de vieja guardia o esas grandes figuras, hubieran cuestionado el hecho de que la biografía fuera escrita por alguien tan joven y no por uno de ellos -de los grandes-.

No dijeron nada. Mutismo total.

Se sabe que inicialmente la investigación partió de analizar lo que había ocurrido realmente en Venezuela…
Existe una nota que salió en Rolling Stone, que era como una crónica de lo que había pasado en Venezuela, de esos últimos días de consciencia de Gustavo, pero también la reconstrucción de la gira de Fuerza Natural y del momento creativo del disco; para mí era como un momento muy inspirado de su carrera, era, además, un disco entre acústico y psicodélico. Tenía como una temática casi existencial, no guardaba la idea del tiempo, madurez plena; hablaba de cosas nuevas. Por momentos canta, en otros no; había música de los setenta. Era, y es, un disco muy interesante en términos creativos; entonces esa nota que contenía todo eso me fue haciendo entrar dentro de la estela de Gustavo, de hablar con la madre, conversar con Adrián Taverna, Richard Coleman, con otros músicos y eso me llevó hacia otras zonas de la vida. De repente, me vi parado frente a la gran historia del rock latino y no estaba contada; me pareció un gran desafío y me atrajo.

La decisión de convertirla propiamente en una biografía ¿fue tuya o partió de una empresa?

De Sudamericana; Penguin Random House en Argentina. Justo estaba hablando con ellos y me firmaron un contrato casi instantáneamente. Pasa que esto fue en Diciembre de 2010 y ellos querían el libro para octubre 2011. Deseaban un libro casi instantáneo; yo les dije que sí, pero se los entregué hasta junio de 2015, porque me parecía que había que hacerlo bien. Era imposible hacerlo en menos tiempo. Era una historia que merecía ser bien contada y tampoco sabía que tanto me iba a llevar. Me encontré con miles de personajes e historias inesperadas. De verdad, querer hacerlo bien lleva horas frente a la computadora buscándole la vuelta.

¿Durante esos años estuviste enfocado exclusivamente en eso? ¿Era en lo único que trabajabas?
No, trabajaba mi vida normal; en Rolling Stone y daba clases de escritura creativa. Me despertaba todos los días entre 6 y 7 A.M.; escribía tres horas antes de irme a trabajar. Porque cuando vuelvo tengo muchas cosas en la cabeza y regreso muy quemado, pero los fines de semana me encerraba. Me tomaba las vacaciones para escribir y hacer entrevistas, que eran con amigos de Cerati que había visto como 50 veces -fueron algunas charlas de doce horas seguidas-.

Fue un trabajo que no era solamente sentarse a escribir, sino que eran sesiones casi de hipnosis y psicoanálisis, en las que había gente que me tenía que contar cosas muy conmovedoras. Fui a buscar a la madre y me contactó con los compañeros de colegio de Gustavo; estuve con el amigo que se sentaba atrás en la primaria y me contactó con el otro amigo que se sentaba adelante. Contacté como el primer trío que formó Cerati, eran amiguitos que se la pasaban haciendo diabluras por Villa Ortúzar, obsesionados con los OVNIS; Gustavo era fan del Triángulo de las Bermudas. Todo empezó a cobrar otro sentido porque él a lo largo de su vida se obsesionó con la astrología, con la Cábala, con los Mayas; todo lo que implicaba cierta trascendencia a él lo atraía –como el tarot-, descubría ciertas semillas de la historia en esas zonas de la vida.

Después de tu investigación, ¿cuáles son las principales diferencias que encuentras entre Gustavo -el hombre- y la figura que crearon los medios y los fans?
La figura pública tiene un aura de divinidad más impoluta, más como plana; era algo que él transmitía casi de perfección. Era alguien bello, con una imagen muy cuidada, que cantaba muy bien, que tocaba excelentemente la guitarra, que era un gran compositor; una estrella en todas sus dimensiones. Tenía un aura como de divinidad. Mi trabajo fue encontrar de que estaba hecho eso: ¿Cuál era la visión del mundo que lo llevaba a construir esa imagen de sí mismo? Para mí, la pregunta fundamental del libro es: ¿Cómo era para Gustavo Cerati estar vivo? Para todos es una experiencia diferente; en su caso pasaba por lo que lo tenía angustiado, qué lo frustraba, qué lo movía, de dónde partía el deseo en su vida.

Porque todos somos nuestras virtudes, nuestro costado luminoso, pero también somos nuestras envidias, nuestros defectos, nuestros miedos. Esas cosas también nos ponen en movimiento o nos paralizan, nos afectan de alguna manera y se transmiten en todo lo que hacemos, nuestra escritura, nuestras relaciones personales.

¿Qué aspecto fue el más importante que te revelaron las charlas con la mamá de Gustavo?

Muchas cosas; fue muy interesante, de verdad que estoy agradecido con Lilian. Por un lado, fue reconstruir, comprender, cuál era el entorno cultural y afectivo en el que creció Gustavo. Cuáles eran los valores en esa familia, cómo había sido esa educación, qué cosas lo habroes, que era tomar poderes de uno, combinarln c ayudar a ser mejores personas, para vivir mejororían estimulado. Lilian era una mujer muy moderna para la época, hacía yoga en los años sesenta, les daba remedios homeopáticos; estaba muy preocupada porque los chicos no recibían en el colegio materias que estimularan su creatividad, salvo una clase de dibujo bastante mala. A ella le preocupaba porque sentía que estimular el factor creativo de sus hijos les iba a dar herramientas emocionales para enfrentar la vida, los iba a preparar más, no sólo para ser artistas, sino que les iba a ayudar a ser mejores personas, vivir mejor y llegar más lejos.

Gustavo dibujaba de chiquito y los padres le compraban cómics y él los copiaba -Tarzan y Superman-; al poco tiempo comenzó a crear sus propios superhéroes y a tomar poderes de uno y mezclarlos con los poderes del otro. Un poco como empezó a hacer canciones; tomando influencias de The Police, de otras bandas de esa época que le gustaban mucho, y que en los primeros discos de Soda Stéreo estaban presentes.

Después de su muerte, ¿qué crees que fue lo que cambió en los argentinos a propósito de aquilatar a Cerati y si crees que con el paso del tiempo se irá valorando con mayor justicia su legado?
Diría que es muy valorado; Soda Stéreo es muy grande. Hizo a una generación entera muy atravesada con sus canciones. Cuando cayó en coma, su ausencia de pronto evidenció el lugar que quedaba vacío sin él; a veces uno cobra la importancia de algo cuando no lo tiene más. Te separas de una novia que pensabas que era una novia más y de repente decís: -¿Qué pasó? ¡Es el amor de mi vida!- Con Gustavo ocurrió un poco eso.

También, cuando la gente muere o queda en coma, se anula la parte relativa a envidias, a las peleas más coyunturales, entonces uno puede ver con más perspectiva; eso pasó estos años con la obra de Gustavo; durante esos 4 años se dio un velorio casi permanente. Todo el tiempo había fans afuera del hospital, se hizo un mural enfrente; en las redes permanentemente había gente interesada, en los medios estaban minuto a minuto pendientes.

Su coma evidenció un poco más su influencia como artista. En los noventa se impulsó más al rock barrial en Argentina; había mucha gente que había quedado fuera del sistema y cuando salieron Bocanada y Siempre es Hoy les parecían unos discos muy sofisticados, pretenciosos. El rock argentino pasaba más por Los Redonditos de Ricota, un discurso más corrosivo y de protesta y un sonido más crudo; aunque fue un movimiento musical extremadamente conservador.

Gustavo era todo lo contrario; casi experimental y en Argentina esa veta fue valorada en su justa medida muchos años después, pero al mismo tiempo habla del compromiso con sus convicciones.

Siempre es Hoy fue una profundización de su trabajo; un disco extenso, raro, caótico; así que en ese sentido interpeló mucho a los prejuicios de la Argentina. En Latinoamérica la mirada es más clara la importancia que tuvo Soda Stéreo, y Gustavo Cerati. Argentina es más dialéctica y hay un consumo de rock enorme -no hay otros géneros que tengan un mercado tan grande-, entonces hay como miradas mucho más cruzadas. Existe una tradición mucho más antigua… desde Los Gatos, Manal, Spinetta, Charly García, Pappo; entonces hay una mirada más cargada de prejuicio; el público de rock en Argentina es mucho más prejuicioso, más conservador.

Juan Carlos Hidalgo (Nació en Tuzolandia mientras la década de los seises se apagaba). De los años sesenta tomó la inconformidad recalcitrante; de los ochenta, una pasión crónica por la música; de los noventa la vena literaria. Durante la década de los dosmil buscó la manera de hacer eclosionar todas sus filias. Es columnista de las revistas Tierra Adentro, Marvin y de Milenio Hidalgo. Ha publicado las novelas Rutas para entrar y salir del Nirvana y La vida sexual de P. J. Harvey. Edita la colección Rock para Leer y es miembro del Consejo editorial de Marvin. También colabora en Newsweek en español, Combo, Tierra Adentro e Indierocks. Es egresado de Comunicación de la Universidad Iberoamericana; diplomado en Cultura y Humanidades por la Universidad del Claustro de Sor Juana Inés de la Cruz.

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